viernes, 17 de diciembre de 2010

su mirada inalcanzable.

Aquí estoy yo. Otra fría tarde de diciembre recogiendo la última mesa, por fin llega la hora de ir a casa, en pocos minutos estaré tumbado en la cama con un libro entre las manos y poco a poco iré cayendo en un sueño profundo… ¡NO!, no… otra cliente no. Voy a tomarle nota esperando que no quiera quedarse, que pida un café y se lo lleve a su casa dejando la cafetería tranquila hasta mañana. Se va quitando poco a poco el abrigo y mientras camina me doy cuenta de que su sonrisa es de alguna manera inalcanzable, parece como si estuviera escondida en un rincón secreto y solo a veces la mostrase. Increíble. Su pelo cae negro y alborotado por el viento sobre su cara cubriendo sus ojos, deseo verlos. Esta frente al mostrador y no puedo evitarlo, con una suave caricia aparto esos mechones rebeldes de en medio de  su rostro. Azules. Sus ojos son azules y brillan con una luz desconocida, puede que la haya asustado con mi muestra de cariño, pero no parece ser eso ya que sigue sonriendo. “Un chocolate caliente con nata, por favor”, ¿chocolate? La gente no suele pedirlo, quizás sea que ella es especial. Le pido su nombre y le paso el pedido a mi compañera. “2’40 €, gracias por su visita” me entrega el dinero rozando la palma de mi mano y un escalofrío recorre mi espalda, ya lo entiendo, es ella. Mi mente vuela a aquel verano de mi infancia, de nuestra infancia; la observo sentada en el suelo del parque, se ha caído. Solo es un año más pequeña que yo, pero cuando tienes 7 años eso te parece muchísimo. Consigo que deje de llorar y nos hacemos amigos, antes todo era más fácil. Pasamos todos y cada uno de los días de julio juntos en aquel pequeño parque. ¿Se puede sentir amor a esa edad? Yo apostaría por el sí, pues aun no he logrado olvidarla… ¿se acordará de mi? Lo dudo. Pero entonces un nuevo gesto ilumina su rostro, me indica que ella también esta recordando. “No sabes quién soy, ¿no?” me pregunta seria por primera vez en toda la tarde “me tomarías por loco si te dijera que si” ha vuelto, su sonrisa está ahí de nuevo “a ver si te suena: verano, un parque y una niña pequeña llorando en el suelo, llevaba un vestido rosa que parecía no gustarle demasiado y de repente aparece un niño algo más mayor… ¿te sabes el resto de la historia?” ¡Que diga que si! ”Jamás sería capaz de olvidarla”. Nos sentamos en un rincón algo más oscuro que el resto…y hablamos, hablamos durante horas sin darnos cuenta de que el tiempo pasa a nuestro alrededor. No queda nadie por la calle. Mis compañeros ya se han ido a casa hace rato y yo solo la miro, sus largas pestañas más negras que la noche se mueven lentamente al son de su respiración. Me intento acercar un poco más a ella acortando cualquier distancia que aun pueda haber entre nosotros y me agarra de la mano. Otra mirada interminable, pero esta vez fija en sus labios, que en un instante, sin saber cómo ni porque están pegados a los míos. Es perfecta. Estar a su lado es increíble. Es como si no nos conociéramos y a la vez lo supiéramos todo el uno del otro. No hacen falta más palabras, estoy seguro de que sería capaz de decírselo todo con una caricia, con un suspiro sobraría. Y sé que esto no terminara aquí… me gustaría saber cuando la voy a volver a ver, si desaparecerá otra vez de mi vida o permanecerá en ella al menos un ratito más, pero de algo estoy seguro: nuestra extraña historia no se acabará hoy, aquí, en una madrugada fría de diciembre, en esta cafetería de un desconocido barrio de Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario