martes, 21 de diciembre de 2010

sumiradainalcanzable.

Tengo suerte de vivir en uno d los áticos de la gran vía. Me pilla todo cerca. Solo debo cruzar el umbral de la puerta y ya estoy en la mitad de la plaza de callao. Como es invierno han puesto la pista de patinaje en el medio, es pequeña, pero yo estoy solo.
Solamente patino, y así me doy cuenta de que este no es un día como cualquier otro. Es como si la ciudad estuviera muerta y yo fuera el único superviviente, no hay ni dios. Cee Lo Green suena en mi móvil con su canción “forget you”. Olvidarte. Quizás sería lo más conveniente en este momento, pero no debo hacerlo, he esperado 12 años guardando tu recuerdo y cuando creía que lo tenía casi olvidado apareces. Me distraigo, pongo la mente en blanco y me dejo llevar por la música que desprenden mis auriculares. Y, de repente, me doy cuenta. Alguien me observa desde el otro extremo de la pista. Es una chica de mi edad, aproximadamente, con una corta melena pelirroja, es natural, si fuera teñido no tendría todas esas pecas cubriéndole las mejillas, parece irlandesa o de algún sitio por el estilo, podría pertenecer perfectamente a la familia Weasley, es mona pero no un pivón, y eso me gusta. Odio a esas personas que van de amos del mundo. Es cierto, el mundo es suyo… tanto como mío o de esa chica que sigue mirándome; no te creas dios por tener algo que tu mismo estas destruyendo día a día, por eso no deberías estar orgulloso. Parece que se acerca, es un poco inexperta con los patines y cuando está a punto de llegar se cae. Pobre, que vergüenza. Pero se levanta sin más, riéndose de sí misma sus carcajadas me hacen sonreír a mí también y terminamos los dos riéndonos cada vez más alto. La risoterapia es una  de esas formas que usa el ser humano para deshacerse del estrés que hay en su interior y esta chica me está haciendo olvidar todo por lo que me comía la cabeza esta mañana.
-          Buenas (aun entre risas) soy Xenia
Xenia, me gusta el nombre es original, ¿y ahora qué? Tendré que darle yo el mío, esto de hablar con la gente así porque si no se me da muy bien…
-          Yo soy Dani.
Y así sin más va y me da 2 besos. Pues vale.
-          Vienes mucho a patinar , ¿verdad?. Se nota que tienes un estilo propio, yo parezco un pato mareado jajaja, por eso suelo venir los días de diario, cuando nadie puede verme.
-          Si, suelo venir bastante. Pero solo para olvidarme por un rato del mundo, me pongo música y me dejo llevar.
-          Me molan tus cascos, ¿Qué estás escuchando?
Los cascos, con las risas me había olvidado de ellos, pero seguían sonando para mí. A ver… ahora suena la nueva de Bruno Mars “Grenade”, me gustaba más “just the way you are” pero esta no está nada mal. En vez de responderle con palabras le paso los cascos alrededor de la cabeza situándolos justo sobre sus orejas, están frías.
-          Me gusta (dice hablando más alto de lo normal debido al sonido de los altavoces, mientras mueve la cabeza y marca el ritmo con los pies, eso hace que se vuelva a caer, y como soy lo que le pilla más cerca se agarra a mí y también me caigo).
-          ¡Auch!
La chica tiene gracia eso no se puede dudar, en ese instante me doy cuenta de que lleva una sudadera de Greek, mi serie preferida, trata de varias fraternidades de una universidad. Mi sueño siempre ha sido estudiar en un sitio así, en los EEUU. Seguimos en el suelo, como un buen caballero me levanto y la ayudo a ponerse en pie. Se le cae algo del bolsillo y ambos nos agachamos rápidamente a recogerlo. Es una foto. En ella se puede ver a un chico algo mayor que nosotros, parece como si hubiera roto la foto en dos quitando a alguna otra persona que estuviera a su lado. ¿Quién será ese chico? ¿Y a mí que me importa, si la acabo de conocer?
-          Me tengo que ir, ya nos veremos algún otro día, con un poco de suerte.
-          ¿ya te vas? ¿si acabas de llegar? (finge una cara triste, como la de una niña pequeña). Quédate un poco más, aun no me he caído las veces suficientes…
-          Está bien, pero solo un rato, me acabo de acordar de algo que tengo que hacer.
Apago la música  y seguimos patinando, solo que ahora hay una pequeña diferencia, ahora patinamos juntos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

sumiradainalcanzable.

No quiero ir a trabajar, hoy no. Durante todo el día de ayer estuve esperando verla, pero no dio noticias de vida. No quiero pasar otro día con la angustia de no saber si cruzara la puerta de la cafetería, o si la veré pasando por la fría calle y nuestras miradas se cruzaran. Decidido, me quedo en casa. En una mitad de la cama las sabanas están pegadas a mi piel, en la otra solo esta el silencio, ese lugar lo ocupará ella algún día lo se. ¿Pero que estoy diciendo? Lo del otro día no fue mas que una coincidencia. No la volveré a ver, tengo que asumirlo. Decepción. El problema es que no a salido de mi cabeza desde entonces no puede ser que en una tarde me halla enamorado de una persona a la que hacia años que no veía. Con 19 primaveras, una casa sola para ti te parece un lujo, sin padres que te agobien día y noche, libertad, pero hoy me gustaría que ellos estuvieran aquí. Me fui, y no me arrepiento de ello. Broncas constantes con mi padre, incluso insultos. Se acabaron. Cambio de idea, si me quedo en casa me voy a deprimir, y no es plan. Pero al trabajo no pienso ir, voy a patinar sobre hielo. Busco en el armario la sudadera de Boston que me trajo mi hermano. Los cascos morados y negros, unos vaqueros y mis patines. Me largo de aquí, hoy este no es mi sitio.

viernes, 17 de diciembre de 2010

su mirada inalcanzable.

Aquí estoy yo. Otra fría tarde de diciembre recogiendo la última mesa, por fin llega la hora de ir a casa, en pocos minutos estaré tumbado en la cama con un libro entre las manos y poco a poco iré cayendo en un sueño profundo… ¡NO!, no… otra cliente no. Voy a tomarle nota esperando que no quiera quedarse, que pida un café y se lo lleve a su casa dejando la cafetería tranquila hasta mañana. Se va quitando poco a poco el abrigo y mientras camina me doy cuenta de que su sonrisa es de alguna manera inalcanzable, parece como si estuviera escondida en un rincón secreto y solo a veces la mostrase. Increíble. Su pelo cae negro y alborotado por el viento sobre su cara cubriendo sus ojos, deseo verlos. Esta frente al mostrador y no puedo evitarlo, con una suave caricia aparto esos mechones rebeldes de en medio de  su rostro. Azules. Sus ojos son azules y brillan con una luz desconocida, puede que la haya asustado con mi muestra de cariño, pero no parece ser eso ya que sigue sonriendo. “Un chocolate caliente con nata, por favor”, ¿chocolate? La gente no suele pedirlo, quizás sea que ella es especial. Le pido su nombre y le paso el pedido a mi compañera. “2’40 €, gracias por su visita” me entrega el dinero rozando la palma de mi mano y un escalofrío recorre mi espalda, ya lo entiendo, es ella. Mi mente vuela a aquel verano de mi infancia, de nuestra infancia; la observo sentada en el suelo del parque, se ha caído. Solo es un año más pequeña que yo, pero cuando tienes 7 años eso te parece muchísimo. Consigo que deje de llorar y nos hacemos amigos, antes todo era más fácil. Pasamos todos y cada uno de los días de julio juntos en aquel pequeño parque. ¿Se puede sentir amor a esa edad? Yo apostaría por el sí, pues aun no he logrado olvidarla… ¿se acordará de mi? Lo dudo. Pero entonces un nuevo gesto ilumina su rostro, me indica que ella también esta recordando. “No sabes quién soy, ¿no?” me pregunta seria por primera vez en toda la tarde “me tomarías por loco si te dijera que si” ha vuelto, su sonrisa está ahí de nuevo “a ver si te suena: verano, un parque y una niña pequeña llorando en el suelo, llevaba un vestido rosa que parecía no gustarle demasiado y de repente aparece un niño algo más mayor… ¿te sabes el resto de la historia?” ¡Que diga que si! ”Jamás sería capaz de olvidarla”. Nos sentamos en un rincón algo más oscuro que el resto…y hablamos, hablamos durante horas sin darnos cuenta de que el tiempo pasa a nuestro alrededor. No queda nadie por la calle. Mis compañeros ya se han ido a casa hace rato y yo solo la miro, sus largas pestañas más negras que la noche se mueven lentamente al son de su respiración. Me intento acercar un poco más a ella acortando cualquier distancia que aun pueda haber entre nosotros y me agarra de la mano. Otra mirada interminable, pero esta vez fija en sus labios, que en un instante, sin saber cómo ni porque están pegados a los míos. Es perfecta. Estar a su lado es increíble. Es como si no nos conociéramos y a la vez lo supiéramos todo el uno del otro. No hacen falta más palabras, estoy seguro de que sería capaz de decírselo todo con una caricia, con un suspiro sobraría. Y sé que esto no terminara aquí… me gustaría saber cuando la voy a volver a ver, si desaparecerá otra vez de mi vida o permanecerá en ella al menos un ratito más, pero de algo estoy seguro: nuestra extraña historia no se acabará hoy, aquí, en una madrugada fría de diciembre, en esta cafetería de un desconocido barrio de Madrid.