lunes, 28 de septiembre de 2015

lloro del revés

Solo cuando mi cabeza no está presente soy capaz de llorar en paz.

Posiblemente la tozudez que me caracteriza sea la que me haga llorar del revés,
solo para que el mundo no me vea,
para que ellos no sean conscientes de lo simple que resulta debilitarme.
Tantas veces he sido capaz de sentir gigantescas cascadas estampándose contra mi ombligo poco después de haberse colado por la boca de mi estómago, después de haber transcurrido el curso que delimitaba mi esófago, salpicando mis pulmones con gotas que golpeaban sus muros, queriendo derrumbarlos, haciendo que se sintieran confusos, atacados por lo conocido y al mismo tiempo inevitable.
El nacimiento de ese caudaloso chorro no se encontraba más que en la cima de ésta montaña que es en el fondo mi ser, en mis ojos.
En mi cabeza.
Así que en ocasiones la desconecto, para drenar mis aguas, para que tormentosos océanos recorran mi piel dejando sabor a sal, provocando escalofríos cuando el viento la golpea, marcada con los dibujos creados por lágrimas reales.

Cuando vuelvo a respirar tranquila, automáticamente el interruptor de mi recreo cambia y vuelve a sonar el timbre, hora de empezar de nuevo.

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