viernes, 9 de diciembre de 2011

velocidad.

Cerré los ojos durante la mayor parte del trayecto, abriéndolos únicamente cuando sentía la necesidad de comprender por qué el viento azotaba mi cuerpo de ese modo, contagiando a mis ojos del frío y la neblina que capturaban la oscuridad de la noche, ellos, los culpables de que alguna despistada lágrima descendiera por el rabillo de mi ojo terminando su trayecto en la negra bufanda que cubría mi nariz y boca. Grito. La calle esta desierta, exceptuándonos al conductor y a mi, por lo que nadie más que él puede oirme. Me deshago de todo lo que tengo dentro expulsando hasta el ultimo resquicio de aire que queda en mis pulmones. Vuelvo a cerrar los ojos, con fuerza, por lo que desconozco el lugar en el que me encuentro, desconozco el motivo de mi dolor, desconozco la velocidad que hará que todo cambie, el ritmo del tiempo,  el sonido del que será mi ultimo adiós... porque algún día llegará, para todos será así... pero hasta entonces prefiero desconocer la velocidad que guiará mi vida.

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